El Facu por El Tomi |
Por Ester Stekelberg
stekelberg@gmail.com"Contratapa", columna de opinión emitida en "Hipótesis" el sábado 17 de marzo de 2018.
Hoy nuestra contra querida se nutre de un “Cuento Alimento”, es así como los llama su autor El Tomi, Tomás Müller, el Tomi nuestro, el que hace los dibujos más eróticos que esta contra haya visto en toda su vida y también los más llenos de ternura y de realidad.
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Personajes que nos fascinan por su sabiduría que no es otra cosa que la sabiduría
de El Tomi. El Tomi escribe cuentos, como este que le vamos a leer hoy. “Cuando
tira la policía, el que apunta es el gobierno. Chau Facu. Cuento Alimento. La
Teamgeist” Póngale la oreja, oyente
querida, oyente querido. Es nutriente puro.
“El sol caía a pique sobre la villa miseria. Las chapas acanaladas se
recortaban con la precisión de unas matemáticas caprichosas, establemente
inestables. Nicasio entró cagando aceite por la abertura de la puerta de uno de
los ranchitos, hizo ondear apenas la cortina y salió por la abertura opuesta
que daba al pasillo del fondo seguido por una línea de humo, como si fuera un
avión a chorro atravesando una manzana gigante. Llevaba una pelota Teamgeist
auténtica, de las que se usaron para jugar el último mundial, entre los pies.
Detrás de él, tres policías transpirados lo perseguían y dos más que estaban
saliendo de un móvil se preparaban para sumarse a la búsqueda y captura. En la
esquina diametralmente opuesta otro patrullero frenaba con un chirrido estremecedor,
se abrían sus cuatro puertas y descendían cinco policías más. La nube con olor
a neumático quemado que despidió el vehículo los hizo perder de vista por un
instante, pero se adivinaba que iban al trote intentando tapar las salidas que
llevaban de la villa miseria a la laberíntica arboleda para impedir que Nicasio
se escapara”
“Ninguno sabía muy bien por qué no había que dejar que se escapara, el
único argumento, tan válido como irreverente, era que, así a primera vista, la
impecable blancura inmaculada de la Teamgeist auténtica no encajaba para nada
con ese negrito argentino más chueco que una mentira piadosa. Nicasio pensaba
lo mismo pero a la velocidad de la luz y desde un punto de vista menos
culpabilizador y mas culposo, por lo que parecía estar volviendo en lugar de
estar escapando”
“La pelota iba de un empeine al otro esquivando ladrillos y tristezas,
penas y tarros, subidas y bajadas, pozos y terraplenes, cascotes y alambradas.
Y así venía desde las veredas desérticas del barrio rico donde se encontró la
Teamgeist sola y cagada de sed mientras el vecindario alfabetizado se olvidaba
del verano en el oasis de las piletas, desmayada en el césped, como si un dios
hubiera despejado el peligro del área chica de las nubes y el pelotazo hubiera
caído ahí, tal cual un meteorito esclarecedor sobre la faz de la tierra”
“Nicasio había levantado la pelota con la cortés intención de devolverla al
patio de alguno de los chalets, pero nadie reclamaba nada desde detrás de los
elevados tapiales de la alta sociedad. Incluso preguntó a viva voz de quien era
esa pelota. Pero nada, o tenían muchas más o eran más sordos que el que no
quiere oír”
“Entonces apareció el patrullero y Nicasio decidió que la Teamgeist era de
él. Así que los empezó a gambetear”
“Las alpargatas no eran el calzado más indicado para la realización de
tanta maniobra brillante, pero en los pies de Nicasio parecían tener, más que
tapones en la suela, alitas como las del dios del comercio en los tobillos.
Peor le funcionaban los borceguíes a sus perseguidores, su peso y su dureza no
habían sido diseñados para la dulce expresión de las habilidades. La sombra
acompañaba a Nicasio a su misma velocidad adaptándose a la morfología del
terreno tanto como él parecía adaptarse al aire. Se agachó para eludir las
ramas del sauce, clavó los frenos levantando algunas piedritas, pisó la
Teamgeist con la planta del pie y volvió a acelerar”
“Cuando alcanzó un ritmo considerable levantó la vista. Allá adelante, en
el otro extremo del pasillo, venían entrando dos policías a la carrera.
Rápidamente miró de soslayo hacia ambos lados. Atrás los perseguidores,
adelante los refuerzos de los perseguidores, a la derecha las chapas de los
ranchos y a la izquierda el alambre de púa. A la izquierda, pensó en un
instante. Pellizcó la pelota con el yute de la suela elevándola casi hasta la
altura de su cabeza. Nicasio se elevó con ella y dando un golpe de cintura en
pleno vuelo le dibujó una media chilena a la siesta. La remerita pasó a un
milímetro del alambre de púa pero no se enganchó. Los dos, jugador y pelota, se
posaron en el baldío sin detenerse mientras sus perseguidores se trepaban a la
alambrada con mucha más dificultad”
“A uno de ellos se le prendió una púa en el verde oliva del pantalón y se
puso tan furioso que al tironear rasgó la tela y se quedó con el afirmativo
culo al aire insultando a todo lo que se movía. Otro saltó bastante mejor y a
buena altura, pero la fortuna quiso que se le enredara el cordón del borceguí
casi como un cordón umbilical en la alambrada y cayera con toda la furia de
boca al piso. A todo esto Nicasio no tenía ni tiempo de mirar atrás, el baldío
estaba lleno de pastos altos y plantas de zapallos, escombros y olvidos, basura
y recuerdos que debía regatear con destreza. Cuando apareció aquel viejo sillón
entre los matorrales, Nicasio apoyó el talón derecho delante de la pelota y la
punta del pie izquierdo detrás, realizando una bicicleta magistral que le
permitió zanjar el obstáculo sin mayores dificultades. De los tres agentes del
orden que habían logrado escapar indemnes de los alambres de púa, uno se torció
el tobillo pisando un zapallo y el otro, que venía detrás de éste, se lo llevó
por delante estúpidamente. El tercero tomó mayor velocidad para saltar sobre el
sillón, pero no calculó bien y apoyó el pié justo sobre uno de los resortes, lo
que le hizo desequilibrar el vuelo y caer pesadamente de panza”
“Nicasio levantó la Teamgeist esta vez con las rodillas y salto por encima
de la alambrada del fondo. Cuando aterrizó suavemente del otro lado, se
encontró de frente con uno de los uniformados que había hecho el camino inverso
para sorprenderlo. Estaba más o menos a una docena de pasos más adelante,
agazapado entre dos árboles y con las manos extendidas en cruz. Nicasio, que ya
había dejado atrás a diez agentes del orden como a diez adversarios pensó, este
debe ser el arquero. Paradójicamente estaba ahí, como un arquero esperando que
algún arbitro de la orden de ejecutar”
“Nicasio piso la Teamgeist, la durmió en el punto del penal y retrocedió
dejándola sola por un instante interminable, sin despegar la vista del policía
y como para escapar del lugar, pero no. No te voy a abandonar, pensó, sería la
pena máxima. Se apoyó las manos en la cintura y esperó que el policía hiciera
un mínimo movimiento. La ambición del agente al ver que Nicasio no escapaba le
hizo calcular, un tanto apresuradamente quizás, que lo tenía al alcance de las
manos. Fue entonces cuando se adelantó unos metros. Pero al mismo tiempo
Nicasio dio tres pasos cortitos y pateó de punta con toda la fuerza de sus
Alpargatas la delicadeza esférica de la Teamgeist. El policía la vio venir
directamente hacia su cara y en una fracción de segundo se alcanzó a agachar
tapándose los ojos con las manos. La pelota lo superó y entró pegadita al
tronco del paraíso, justo por debajo de un travesaño imaginario en la copa de
los árboles. Nicasio pasó como una exhalación a su lado, levantó la pelota a la
carrera y se perdió entre la arboleda gritando el gol. Desde entonces nunca más
había sido visto”