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El martes 22 de marzo, dos atentados hunden en
el pánico a Bruselas, la capital de Bélgica. Estos ataques se producen cuatro
meses después de los que sacudieron a Paris el 13 de noviembre y 14 meses
después de los dramas de Charlie Hebdo y el Hyper Cacher, también en la capital
francesa… hablando de Europa, ya que infinidad de otros atentados de todo
pelaje ocurren casi a diario en otros países mucho menos mediáticos que los europeos.
“Contratapa”,
columna de opinión emitida en “Hipótesis” el sábado 26 de marzo de 2016.
Los ejecutantes, los mismos. Integrantes de la
misma célula terrorista del estado Islámico a la que pertenecían quienes
perpetraron las otras masacres, las europeas.
Esta contra, quisiera, para empezar, compartir
con sus orejas expectantes, una interesante reflexión del colega belga Michel
Collon, que en su importantísimo sitio de información “Investigaction”,
analiza:
“Existe una tendencia por parte de las
autoridades belgas y francesas, a sacrificar las libertades democráticas con el
pretexto de combatir el terrorismo. Pero, ¿es aplicando un clima de miedo y de
intimidación hacia la sociedad en su conjunto lo que impedirá que ciertos
jóvenes sean deglutidos por el terrorismo?
Y continúa: “Lógicamente hay que hacer todo lo
posible para frenar a los terroristas existentes. Pero ¿no habría que impedir fundamentalmente
que tantos otros jóvenes tomen ese camino?
“Y es ahí, --prosigue el autor de la nota--, donde
las autoridades belgas y francesas son culpables, ya que han boqueado toda
posibilidad de debate. ¿Por qué se impide que en la televisión se discuta la
complicidad de nuestros gobernantes con el colonialismo de Israel y la masacre
de palestinos? ¿Por qué han bloqueado también los debates sobre la catastrófica
política de Washington en Medio Oriente? ¿Por qué se suprimieron los
presupuestos para numerosas organizaciones humanitarias como el Foyer de
Molenbeek, que desde hacía tiempo advertía sobre el peligro? ¿No plantaron de
esta manera en los jóvenes el sentimiento de que la sociedad los rechaza y que
no tiene nada para proponerles?” (Explicamos que Molenbeek es la comuna de
Bruselas en donde residió, se armó y de donde salió la célula terrorista que
cometió los atentados el martes 22 y que también fue residencia de quienes
atentaron en Paris en noviembre)
“Johan Leman, continúa el colega belga, el
director del Foyer (que no recibe más subvenciones) ya había hecho la
advertencia... ¡en 1987! que si no se hacía nada ‘la nueva generación iba a
terminar por rebelarse’. Pero salvo raras excepciones, los políticos no han
hecho nada, dejando que esa comuna se hundiera en la pobreza, la
estigmatización y la desesperación.
Continuamos con la lectura del artículo: “Hay
quienes ven que la solución es la ‘represión total’, controles sistemáticos
(está claro que estos controles apuntan específicamente a los negros y a los
árabes, portadores de cara), espionaje generalizado de ciudadanos,
restricciones de la libertad de expresión. Hace algunos años, Bélgica adoptó
una ley contra el terrorismo. Inmediatamente un juez de instrucción,
obsesionado, la aprovechó para intervenir los teléfonos de cuatro jóvenes alter
mundialistas que preparaban una manifestación contra la Unión Europea.
Finalmente después de un largo procedimiento, el estado belga fue condenado por
este abuso”.
En el último párrafo Michel Collon, ensaya
posibilidades: “Para combatir el terrorismo, nuestras sociedades no necesitan
menos libertades, sino más libertades. Más educación, más debates de fondo, más
ayudas a jóvenes en dificultad”
Y se pregunta y nos pregunta a los lectores: “¿Qué
es mejor, perseguir a un joven terrorista o impedir que llegue a serlo?
En el mismo sentido Grégoire Lallieu explica en
su artículo del mismo sitio de información “Investigaction”, que “ya desde el
año pasado, tras los atentados a Paris, decíamos que ir profundo a las raíces
del mal, nos conduce hacia dos factores esenciales. Por un lado la política
bélica llevada adelante en Medio Oriente desde hace más de un siglo y por otro
lado la exclusión de los jóvenes habitantes de los barrios populares. ¿Cuáles
son las respuestas, se pregunta el analista, que dio el gobierno francés?
Y en otro párrafo: “Muchos se preguntan cómo
Daesh pudo transformarse en el monstruo que es, si en 2002, Alain Chouet, el entonces
jefe de los Servicios de Inteligencia francés, anunciaba la muerte logística de
Al-Qaeda. Daesh no nació por generación espontánea. Es el fruto de los errores
de la política occidental en Medio Oriente. El Occidente siempre mantuvo
relaciones, cuanto menos, ambiguas con el terrorismo islámico”.
“También Hillary Clinton, en 2009 declaraba: ‘nosotros
creamos Al Qaeda, cuando --para desestabilizar a Afganistán, a fines de los
años 70 por considerar que era muy cercano a la Unión Soviética-- ,
aplicábamos la doctrina del Rol back, consistente en derrocar los gobiernos
cercanos a Moscú. La CIA
y sus aliados saudíes, financiaban la insurrección de los islamistas, entre
ellos Bin Laden’”… a confesión de partes, decimos… sin embargo, antes de que
Hillary Clinton se golpeara el pecho, nuestro Miguel Ferrari ya nos había
contado esta historia del huevo de la serpiente.
Mientras tanto, en medio de tanto horror
planetario, el papa argentino, Jorge Bergoglio, sin ser santo de la devoción de
esta contratapa, pero reconociendo, nobleza obliga, algunos aciertos de su
política vaticana, lavaba y besaba los pies de 11 refugiados católicos y
musulmanes, en uno de los principales centros de refugiados de Roma, dirigido
por un palestino musulmán, que apenas es un detalle.
Con mucha más poesía que nosotros, lo dijo
nuestro extrañado Eduardo Galeano: “Ojalá podamos mantener viva la certeza de
que es posible ser compatriota y contemporáneo de todo aquel que viva animado
por la voluntad de justicia y la voluntad de belleza, nazca donde nazca y viva
cuando viva, porque no tienen fronteras los mapas del alma ni del tiempo”.
¡Felices Pascuas!...evidentemente la casa no
está en orden…