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El Presidente francés, François Hollande, despliega por estos
días una enorme actividad destinada a conformar esa “gran y única coalición”
contra el Estado Islámico que los brutales atentados de París le han inspirado.
“Con los Ojos
del Sur”, columna de opinión emitida el sábado 28 de noviembre de 2015.
El lunes recibió a David Cameron en París, el martes se
encontró con Obama en Washington, el miércoles cenó con Merkel en el Elíseo y ayer
recibió al italiano Matteo Renzi antes de salir para Moscú a entrevistarse con
Vladimir Putin.
Esta “guerra” que el socialdemócrata Hollande ha pergeñado,
carece de seriedad por cuanto no ataca el problema de fondo; esto es, la ayuda
de las “petromonarquías” del Golfo —aliadas a Occidente— y de la propia OTAN
hacia los terroristas del autoproclamado Estado Islámico.
¿O es que el gobierno francés tiene objetivos ocultos que
los disfraza con el combate al terrorismo?
Por lo pronto, un estado de guerra supone el debilitamiento
de las garantías de los ciudadanos, en este caso de los ciudadanos franceses.
Todos recordamos el Acta Patriótica impuesta por la administración Bush luego
del derribo de las Torres Gemelas y el consiguiente recorte de los derechos de
la ciudadanía estadounidense.
Pero todo indica que hay algo más, especialmente relacionado
con la situación en Siria y en Irak, países donde ha sentado sus reales este
Estado terrorista supuestamente islámico.
Es un secreto a voces que el gobierno de los Estados Unidos,
tutelado por el complejo militar-industrial, se propone rediseñar la
geopolítica del medio oriente. Lo viene haciendo desde hace décadas y lo ha
profundizado desde la invasión a Irak en 2003, país al que destruyó, causó casi
un millón de víctimas fatales, desmembró y atizó los conflictos
intrarreligiosos e interétnicos.
Hace casi cinco años, tras una política de desgaste, los
ideólogos del imperio pusieron en la agenda del caos a la República Arabe
Siria. Para alcanzar los mismos objetivos que en Irak ya lograron.
A diferencia de la invasión a Irak, cuya punta de lanza fue
la ilegal coalición internacional creada al margen de las Naciones Unidas,
integrada en un principio por los Estados Unidos, el Reino Unido y España, y
sus tropas regulares; en el caso de Siria se utilizaron interpósitos
protagonistas: civiles sirios opuestos al gobierno de Bashar al-Assad,
provistos de la logística necesaria, y terroristas extranjeros también
asistidos por Occidente y las “petromonarquías”.
Regresando a la “guerra” del presidente Hollande, debemos
recordar que —el pasado 20 de noviembre— se aprobó por unanimidad en el Consejo
de Seguridad de la ONU
la Resolución
2.249, que legaliza toda intervención militar
contra el Emirato Islámico en Siria y en Irak.
Aunque puede interpretarse de varias
maneras, esa resolución viola de facto la soberanía nacional
de Irak y de Siria ya que autoriza la injerencia de las
grandes potencias, a condición de que aparenten luchar contra el
Emirato Islámico.
En realidad las potencias
occidentales, con esta Resolución se proponen liberar el norte
de Siria del Estado Islámico, pero no para restituir
ese territorio a la
República Árabe Siria, sino para proclamar allí un Estado
independiente bajo control kurdo.
Este objetivo contaría con la adhesión del
Estado de Israel, que vería con buenos ojos la creación de este Estado kurdo,
que funcionaría como parte de una pinza (la otra parte es la propia Israel) que
dejaría a lo que queda de Siria atrapada en un territorio menor al heredado
luego de la caída del Imperio Otomano.
Rusia no solo que no se opuso a esa
resolución, sino que votó a favor. Al parecer, Moscú prefiere, por el
momento, aprovechar el plan franco-israelí para expulsar de Siria el
Emirato Islámico, sin aceptar por ello el principio de un
seudo Kurdistán.
La creación de un Estado así
no tendría ninguna legitimidad a la luz del derecho internacional
ya que los kurdos de Siria no están oprimidos sino que
gozan de los mismos derechos que los demás sirios.
La situación
del Medio Oriente —como se podrá apreciar— es bastante enredada. Pero, más allá
de este caleidoscopio de frágiles alianzas y cruzados enfrentamientos, queda
absolutamente en claro que los grupos del poder concentrado tienen objetivos de
corto, mediano y largo alcance, destinados a garantizar un tablero funcional a
sus intereses económico-financieros.
Si para
garantizar esos intereses es necesario que el Estado Islámico —con sus
crucifixiones y decapitaciones— sea funcional… lo será.
O, mejor dicho,
lo está siendo.