Los hechos que han madurado desembocan finalmente, la tela
que se tejía en las sombras llega su final; y entonces parece que es la
fatalidad la que viene a golpearnos a todos; parece que la historia no es más
que un enorme fenómeno natural, una erupción, un terremoto del que somos
víctimas todos: los que han querido y los que no han querido; los que sabían y
los que no sabían; los que eran activos y los indiferentes. Y estos últimos se
irritan; querrían sustraerse a las consecuencias; quisieran que quede claro que
ellos no han querido, que ellos no son responsables. Algunos lloriquearán
piadosamente; otros blasfemarán obscenamente; pero ninguno o pocos se
preguntarán: si hubiera buscado cumplir con mi deber, si hubiera tratado de
hacer valer mi voluntad, mi consejo, ¿hubiera ocurrido lo que ocurrió? Pero ninguno o pocos se harán responsables
de su indiferencia, de su escepticismo, de no haber dado su brazo y su
actividad a aquellos grupos de ciudadanos que precisamente para evitar aquel
mal, combatieron para procurar el bien
de todos”
ANTONIO GRAMSCI, “Odio gli indiferenti”
Reflexiones del Dr. Jorge L. Elizondo. Abogado y docente de la U.N.R.
Frente
a la trascendencia del balotaje del 22 de Noviembre para nuestro país, América
Latina y el mundo, creo que la neutralidad frente al mismo configura una grave irresponsabilidad
histórica.
Un
triunfo de la derecha conservadora implicaría la derrota de un proyecto
político, económico y social que ha transformado el país y ha significado un
avance en los derechos de los trabajadores y demás sectores populares,
especialmente los más vulnerables, niños y ancianos.
Un
triunfo de la derecha significaría la derrota de un proyecto que ha
reivindicado la memoria de las víctimas de la dictadura cívico-militar,
marcando el fin de la impunidad para los genocidas militares y policiales, y el
comienzo del fin de la impunidad para los instigadores, autores y cómplices
civiles pertenecientes a una burguesía rapaz y criminal, que cuenta con el
respaldo político de buena parte de la oposición política y medios hegemónicos
(Blaquier, Massot, etc.).
El
proceso de profundas transformaciones políticas y sociales iniciado en el 2003 ha restablecido la
soberanía política y económica de nuestro país frente al capital financiero
internacional, los organismos de crédito y las potencias imperialistas;
demostrando a partir del “No al ALCA” del 2005 en Mar del Plata, el
protagonismo de la Argentina
en la lucha por la segunda y definitiva independencia, y en la construcción de la unidad de los pueblos
de América Latina, participando
activamente en la ampliación del Mercosur y la creación de la UNASUR y la CELAC.
Un
gobierno que ha defendido en la
ONU y en todos los foros internacionales, con más firmeza que
nunca, el reclamo de nuestros derechos sobre nuestro archipiélago irredento:
las Islas Malvinas, y que ha sancionado a los grupos económicos que negocian
con el usurpador británico la riqueza petrolera existente en el subsuelo y el
mar adyacente a las islas.
Un
proyecto que ha renacionalizado YPF, declarando que los hidrocarburos no son
una mera commoditie; que ha recuperado nuestra línea de bandera: Aerolíneas
Argentinas; y que ha sostenido el derecho del Estado a participar en las
decisiones de todas las empresas privadas en las que es accionista, y ha
determinado que dichas acciones no podrán ser vendidas sin el voto de los dos
tercios de legisladores de ambas cámaras del Congreso de la Nación.
Un
proyecto que ha nacionalizado las AFJP –los “fondos de pensiones” que pretende
manejar el capital financiero a nivel mundial- y que ha fortalecido la ANSES , permitiendo concretar
dos veces al año la actualización de los haberes jubilatorios, y la extensión
de los beneficios previsionales al 98 % de las personas en edad de obtenerlos,
que ha permitido sostener la Asignación Universal por Hijo, el plan Progresar
y otros derechos garantizados por leyes que ha promovido este gobierno.
Un
proyecto que ha promovido la negociación colectiva y las paritarias
anuales durante más de diez años, lo que
carece de antecedentes tanto en nuestro país como en el resto de los países del
mundo.
Un
proyecto que ha promovido la restitución de derechos a los trabajadores, que ha
promovido la actualización del Salario Mínimo Vital y Móvil y reconocidos a los
trabajadores rurales y de casas particulares la plenitud de sus derechos,
suprimiendo antiguas discriminaciones y equiparándolos al resto de los
trabajadores.
En
síntesis, un proyecto que no carece de errores, que es perfectible, que debe
consolidarse y profundizarse, que para ello requiere un mayor compromiso y
protagonismo de las organizaciones sindicales de trabajadores.
La
derecha liberal-conservadora se ha opuesto sistemáticamente a la totalidad de
las medidas democratizadoras de este gobierno.
Esta derecha se asume a sí misma como la derecha de un país capitalista
dependiente; es por supuesto dependiente del capital financiero internacional,
y particularmente de los fondos buitre, de las instrucciones de la embajada de
EE UU y otras potencias imperiales. La derecha no encarna en realidad “otro
proyecto de país”; no tiene luz propia, no es más que el reflejo de intereses
antinacionales y antipopulares, y está dispuesta a realinearnos en el marco de
renovadas “relaciones carnales” con el imperio, que –como ocurriera en los 90-
no vacilará en reprivatizar y favorecer la apropiación de todo lo público por
parte de los grupos económicos nacionales y transnacionales.
Por
ello no puede hablarse del enfrentamiento entre “dos proyectos de país”. El
macrismo pretende atarnos nuevamente al carro del endeudamiento permanente con
el FMI y demás organismos de crédito internacionales, al realineamiento con las
potencias imperiales de Occidente, empeñadas en guerras de conquista y saqueo de
recursos energéticos, que han destruido
naciones y diezmado pueblos: Afganistán, Irak, Libia y hoy Siria, y que no
vacilarán en promover la guerra en América Latina, si lo creyeran necesario.
Hemos
declarado en una de las reuniones de la CELAC que América Latina es un territorio de paz.
El bárbaro atentado terrorista de París, el de Beirut y los bombardeos
permanentes que han provocado más de 200.000 muertos en Siria, demuestran que
no existen límites para la ambición imperial y para el terrorismo que ellos
mismos han creado para desestabilizar y destruir los estados y dividir a los
pueblos, provocando enfrentamientos con el fin de apropiarse de los recursos
que el capitalismo necesita para sostener una economía en crisis desde el 2005.
El
proyecto de la derecha no es un “proyecto de país”, sino de colonia
agroexportadora, proveedora de materias primas y recursos energéticos a las
potencias imperiales de Occidente, de las que sería una aliada incondicional,
comprometiendo la seguridad de nuestro país ante la escalada bélica desatada
contra los pueblos del Medio Oriente y su sempiterno correlato: el terrorismo,
como ocurriera en los 90 con los atentados a la embajada de Israel y la AMIA .
De
ser un país soberano, vinculado a los pueblos de América Latina y a los países
emergentes del BRICS, que en su lucha contra los fondos buitre logró que -por
primera vez en la historia- la
Asamblea de las Naciones Unidas estableciera reglas para la
reestructuración de las deudas a nivel internacional; descenderíamos a la condición de moderna
factoría y paraíso de la especulación financiera, con las consecuencias ya
conocidas, propias del fascismo de mercado que quieren imponernos: megadevaluación, quita de subsidios,
desempleo, mayor precarización y pobreza.
Si
queremos mejorar, rectificar y profundizar el proyecto nacional, popular y
democrático en desarrollo, es necesario derrotar a la derecha reaccionaria y
antinacional. Si creemos en la necesidad de seguir construyendo una Argentina
independiente en el marco de la construcción de la unidad latinoamericana, si
queremos seguir luchando por una sociedad justa e igualitaria, junto a los
trabajadores y demás sectores populares de nuestra América, no existe otra alternativa que votar por la
fórmula del Frente para la
Victoria Daniel Scioli-Carlos Zannini.