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No por reiteradas, las
muertes de palestinos a manos de las fuerzas represivas israelíes se tornan
“normales”. Los nuevos crímenes se suman a los anteriores y van engrosando una
triste historia de atropellos y violaciones del Derecho Internacional que cada
día aíslan más, a escala mundial, a la cúpula dirigente del Estado de Israel.
"Con los Ojos del Sur", columna de opinión emitida en "Hipótesis" el sábado 21 de diciembre de 2013.
Agentes israelíes mataron —el pasado miércoles por la noche—
a un joven palestino, resultando heridos de gravedad otros seis. Este asesinato
ocurrió durante una redada en la ciudad de Yenín, en el norte de Cisjordania,
informaron fuentes palestinas e israelíes.
La víctima, Yamil Saadi, de 22 años, murió en un
enfrentamiento entre manifestantes palestinos y fuerzas israelíes camufladas
como técnicos de telefonía que habían entrado en Yenín para arrestar a un
activista de la Yihad
Islámica.
Formada por agentes camuflados de la Unidad de Lucha
Antiterrorista de la Policía
y por soldados del Ejército, la fuerza israelí se vio sorprendida por la
oposición de más de un centenar de jóvenes palestinos, confirmó el Ejército en
un comunicado.
Debemos recordar que la ciudad de Yenín se encuentra en el
territorio controlado por la Autoridad
Nacional Palestina, No obstante, como ejército de ocupación
colonial, los uniformados israelíes irrumpen reiteradamente en las calles
palestinas para realizar redadas, generalmente en horas de la noche.
Cabe señalar que al menos otros cinco palestinos han muerto
en similares circunstancias en Cisjordania desde el mes de agosto y otros tres
en una redada israelí en Hebrón, el mes pasado.
La semana anterior también murió —en el distrito de Ramala—
un joven de 15 años, según fuentes palestinas, por disparos de un soldado
israelí apostado en una torre de vigilancia.
Durante el mismo período, también murieron cinco israelíes
en ataques palestinos.
De más está decir que esta espiral de violencia, que lleva
décadas, es el fruto del vergonzoso incumplimiento de las resoluciones de las
Naciones Unidas que establecen la creación del Estado palestino, con todas las
prerrogativas de un Estado soberano.
A lo que hay que añadir la violación de decenas de
resoluciones del alto organismo internacional por parte del Estado de Israel,
sin contar aquellas sanciones que fueron vetadas por su principal socio, el
gobierno de los Estados Unidos.
Esta soberbia del gobierno de Tel Aviv, respaladada por
Washington, no tiene límites. Hace solo unos días, la presión de palestinos y
de ciudadanos israelíes democráticos, a la que se sumó una fuerte campaña
internacional, logró evitar la aplicación del llamado Plan Prawer.
El pasado 24 de junio de 2013, el parlamento israelí aprobó
el Plan Prawer, que prevé la expulsión masiva de la población palestina-beduina
del desierto del Néguev (en hebreo) o Naqab (en árabe), en el Sur de Israel,
con el objetivo de permitir tan solo la presencia de colonias judías.
De haberse implementado en su totalidad, el Plan Prawer hubiera
implicado la destrucción de 35 pueblos, el desplazamiento forzoso de 40.000
palestinos-beduinos y la pérdida de las tierras de esta comunidad a favor de
los intereses del Ejecutivo israelí.
A comienzos de diciembre empezó una nueva etapa de la
campaña internacional bajo el título “Paremos el Plan Prawer”. La mencionada
campaña está liderada por organizaciones de derechos humanos beduinas, israelíes
y palestinas, y cuenta con el con el apoyo de ONGs y movimientos sociales de
todo el mundo. El objetivo —felizmente cumplido— consistió en exigir a las
autoridades europeas que presionen a Israel para que no continúe lo que
califican como: “la mayor limpieza étnica cometida en Oriente Medio desde 1948” .
Amir Qweider, un estudiante de la Universidad de Ben
Gurion —residente en la aldea no reconocida de Zarnouq— describía recientemente
la discriminación que sufren los habitantes de las aldeas beduinas en el Néguev.
A pesar de haber habitado en las mismas tierras desde antes de la creación del
Estado de Israel, los beduinos tienen prohibido construir cualquier estructura
permanente y dotarse de unas mínimas infraestructuras. “En los pueblos
beduinos, el ejecutivo israelí no ha pavimentado los caminos, no hay escuelas,
ni electricidad, ni redes de agua, ni líneas telefónicas; ni tan siquiera
disponemos de un sistema de alcantarillado” declaraba Amir. Un verdadero apartheid contra la población beduina
La historia de la discriminación racial que sufre la
población palestina-beduina en el desierto del Néguev se remonta a los años
anteriores de la creación de Israel en 1948. En una carta escrita a su hijo en
1937, David Ben Gurión, quien una década después ejerció el cargo de Primer
Ministro fundacional del Estado israelí, afirmaba: “Debemos expulsar a los
árabes y ocupar su lugar... y si tenemos que usar la fuerza, tenemos la fuerza
para hacerlo (…) con el fin de garantizar nuestro propio derecho a
establecernos en el Néguev”.
Durante la campaña de limpieza étnica, la Nakbah , que siguió al
establecimiento del Estado de Israel en 1948, destinada a forzar el
desplazamiento de la población local para poder acoger la llegada de la
población judía, el Néguev fue objeto de una especial atención. El ejército
israelí forzó al 90 por ciento de los habitantes beduinos-palestinos que la
habitaban a dirigirse hacia Jordania, Gaza o Cisjordania y abandonar sus
poblados. El 10 por ciento de la población restante siguió viviendo en sus
tierras y obtuvo la ciudadanía israelí, lo que no fue óbice para que sus aldeas
no fuesen reconocidas y recibiesen el trato de invasores palestinos. El
apartheid —como se podrá apreciar— siempre estuvo presente.
Los hijos de aquellas personas que decidieron no abandonar
sus tierras en 1948 son los que hoy se oponen a este Plan Prawer. Las aldeas
que quedaron en pie en 1948 son las que este plan se proponía demoler. Los
legítimos propietarios de la tierra, que jamás fueron reconocidos, son los que si
se hubiera aplicado el Plan Prawer hubieran visto para siempre perdidos sus
derechos.
Desde el comienzo de diciembre se convocaron diversas manifestaciones
en todo el mundo, con el propósito de demandar a la comunidad internacional que
se movilice para impedir que se implemente el Plan Prawer. Y no tan solo eso.
Se pide —además— que se reconozcan las aldeas que acogen a 40.000 habitantes y
su derecho a habitar en sus tierras ancestrales, que se detenga la demolición
de casas y que se invierta en salud, educación y oportunidades de empleo para
la población beduina residente en el Néguev.
El Parlamento Europeo aprobó una resolución histórica (291 votos
a favor y 274 en contra) condenando enérgicamente el Prawer Plan y los
desplazamientos forzosos y demolición de casas que realiza Israel contra la
población palestina.
El Gobierno israelí no
soportó la presión interna e internacional y dio marcha atrás a este plan que
pretendía desplazar a 40.000 habitantes beduinos. Así lo confirmó el ex ministro y redactor del plan, Benny Begin, en una
conferencia de prensa en Tel Aviv el pasado jueves 12 de diciembre.
Benny
Begin —hijo del ex primer Ministro Menajen Begin— condenó
a todos los que se opusieron al proyecto y agregó "hicimos lo mejor que
pudimos, pero a veces hay que enfrentarse a la realidad".
Begin informó que el primer
ministro Benjamin Netanyahu aceptó su recomendación de suspender permanentemente
la versión actual del proyecto de ley, después de citar la innegable oposición
de todo el espectro político.
Una derrota del apartheid que el
Estado de Israel impone todos los días a los habitantes palestinos.