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Quizá no es curioso, pero sí
interesante. Pasado un mes largo desde que concluyó el plazo para presentación
de listas, y tres semanas desde que se oficializaron los candidatos, ninguno de
los temas predominantes se relaciona con la campaña electoral. No, al menos, en
forma directa. O: si es por propuestas concretas, explicitadas, no hay modo de
encontrar alguna que no fuere frenar al Gobierno como sea. Parar al
kirchnerismo. Los spots que comenzarán a difundirse en estas horas no permiten
imaginar nada diferente.
"Política Nacional", columna de opinión emitida en "Hipótesis" el sábado 20 de julio de 2013.
La diferencia –se supone archisabida– es que de los K se conoce acabadamente qué son y hacia dónde van, o podrían ir, tras diez años de gestión y enunciación de rumbo ratificado (con la salvedad, ya expresada en esta columna, de que al oficialismo –según análisis y gusto personal– le restaría marcar algunas o varias ideas-fuerza específicas, ligadas más a lo faltante que exclusivamente a lo hecho). En cambio, de la oposición sólo se advierte que no se le cae o no expresa una provocación propositiva, ni una sola, ni de lejos, por fuera de lo señalado hace unas líneas: acabar con este modelo, restituir
Los dos temas primordiales de la agenda publicada –excluyendo el show interminable del caso Angeles Rawson y el aquelarre del centro porteño por un corte de calles, el jueves pasado– resultan ser los antecedentes del nuevo jefe del Ejército y el acuerdo de YPF con la petrolera Chevron. Sobre el general César Milani no debería tardarse mucho hasta encontrar la verdad de su actuación en la dictadura, aunque lo meneado hasta ahora sea suficiente para asombrarse. No hay término medio entre si este militar fue un represor de aquéllos, según las acusaciones volcadas, y si carece de historial sustantivo al respecto. Los organismos de DD.HH., nada menos que con el CELS a la cabeza, insisten en no contar con elementos probatorios contra Milani. El ministro de Defensa, Agustín Rossi, ya subrayó que es el cuarto ascenso de Milani y que el Gobierno está sorprendido, porque en ninguna de las instancias anteriores se generó semejante cuestionamiento. La base de las imputaciones es el testimonio de un ex preso político, Ramón Olivera, quien señala la participación de Milani en los interrogatorios a que fue sometido en 1977 tras su detención ilegal en
En cambio: el tema YPF-Chevron puede someterse a apreciaciones subjetivas que, sin embargo, en algún punto, contactan con las eventuales especulaciones electoralistas de la cuestión anterior. Por empezar, es cierto que hace ruido haber nacionalizado la compañía petrolera y ahora establecer un convenio con la firma que supo fundar Rockefeller. No hace al romanticismo del relato oficial, por más que, igualmente, las cosas no son como dijeron que son. Los tipos tienen que invertir una montaña de dólares para llevarse, en la mejor de las probabilidades, un porcentaje menor al cabo de cinco años. Aportan el asesoramiento, el know-how, pero el trabajo técnico, los equipos, la dirección, los tiene YPF. No porque lo haya dicho Axel Kicillof. Porque es lo que se firmó. La existencia de “cláusulas secretas” –hasta donde se conoce– es una chicana. Y lo concreto es que alguien tiene que sacar el combustible para hacer funcionar económicamente el mediano-largo plazo, salvo que quiera anclarse en una cosmovisión algo extraña. La clave es si dirige el Estado o las corporaciones, mientras se acepte que lo estatal viene jugando, más o menos, a favor de las necesidades de las mayorías. Empero, como en tantas otras oportunidades, puede proponerse el juego de que todo lo que se cuestiona con tanta fruición es aceptable y hasta pasible de acuerdo firme. Para el caso, que acordar con Chevron es traición kirchnerista a la dialéctica propia. Y que el episodio Milani desnudaría las contradicciones de la “fábula” oficial, acerca de la política de derechos humanos. ¿Qué queda? ¿Creer que los medios y dirigentes opositores están sensibilizados con la lucha mapuche en el reducido terreno de Vaca Muerta sometido a exploración? ¿Creerle indignación antidictatorial a Morales Solá? ¿Aceptar que la maquinaria de destrucción contra el oficialismo proviene de un repollo que crece de casualidad los domingos a la noche? ¿Asimilar que motorizan las denuncias contra Milani quienes se manifestaron repodridos de seguir hablando de la dictadura?
¿Cómo se hace para no coincidir con
Natalio R. Botana, “columnista invitado” en Clarín del domingo 14 de julio último, dice que “el reparto equitativo de bienes públicos (educación, seguridad, salud, transporte) se desperdicia en medio de incompetencias, corrupciones y pérdida de vidas”. Se queja, enroscado en una prosa de difícil acceso que disimula relativamente bien la necesidad de acabar con, diríase, estos negros que mejoraron sus condiciones de vida. Botana. Apellido ilustre, o lustroso. Pero ni ese tipo de apellidos les sirve ya para ocultar que lo que no soportan es tener un negro abajo que suba o haya subido un poco, un poquito, un algo.
Es en esa tensión que se juega lo que empieza a votarse dentro de unos veinte días.